La mayoría de los ETFs son similares a los fondos de índices tradicionales, los cuales consisten en una cesta de activos que tratan de replicar, lo más fielmente posible, el rendimiento de un determinado índice de mercado a través de un parámetro estadístico conocido como beta. Por tanto, este instrumento trata de “acompañar” la evolución de un índice referencial, configurándose como una estrategia pasiva. De esta manera, los inversores pueden asumir exposiciones a renta variable, renta fija e inversiones alternativas con poco esfuerzo y bajo costo.
Desde la crisis financiera en 2008, se ha generado mucha discusión entre gestión activa y pasiva en la industria, y es exactamente dentro de este entorno que nasce el concepto de los fondos con beta estratégico (“smart beta”). Estos productos están diseñados para promover mejoras en términos de rentabilidad o riesgo en comparación con el modelo tradicional de ponderaciones de acuerdo a la capitalización del mercado. Se puede decir que los fondos con beta estratégico, se encuentran en el punto de intersección entre las estrategias pasiva y activa, por lo que asume características de estos dos grupos.
Los activos globales destinados a este tipo de inversión vienen creciendo de manera consistente, sobre todo, desde 2011.